miércoles, 28 de marzo de 2012

Construcción Sustentable: Una GRAN oportunidad para Chile

El Gobierno, a través de su "Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030", ha dado a conocer diversas líneas de acción en materia energética, con el objeto de abordar los desafíos que el país tiene en este complejo tema  (aunque, como señalé en una entrada anterior, corresponde más bien una estrategia sobre el fortalecimiento del sector eléctrico que a una mirada integral sobre la solución al problema energético en Chile)

En la mencionada Estrategia se hace referencia al llamado "Plan de Acción de Eficiencia Energética 2012-2020 (PAEE20)", el que propone "incorporar elementos de eficiencia energética en los distintos sectores productivos" para alcanzar una meta de ahorro de 12% en la demanda energética (¿primaria? ¿eléctrica?) al año 2020.  Así, este plan señala específicamente en materia de edificación que, "incluyendo la vivienda social, se buscará mejorar la calidad energética de la envolvente en edificaciones construidas sin criterios de EE, realizar su diseño con altos estándares de EE, llevar a cabo la oferta de productos y servicios de construcción con criterios de eficiencia, etc."

Por lo expuesto, concluyo que las construcciones podrían llevar alguna especie de sello o etiqueta que indique cuán energéticamente eficientes son, bajo algún estándar definido al efecto. Pero creo que se debe ser bastante cuidadosos al momento de definir el "qué" se va a medir para determinar si una edificación es o no eficiente desde el punto de vista energético.

Partamos por lo simple: ¿qué entendemos por eficiencia energética de una edificación? Tal vez no lleguemos a un concenso sobre la respuesta, y no me interesa proponer ni discutir acá una definición académica en la materia. Sin embargo, comparto contigo un experimento que hice: formulé la pregunta anterior a varios familiares y amigos que no están relacionados con el tema energético, y todos, de alguna u otra forma, relacionaban la eficiencia energética de las edificaciones con la operación diaria, es decir, miraban solamente el día a día del edificio en cuanto a consumo de electricidad y uso de agua, lo que es bastante lógico (después de todo, lo que buscan mis familiares y amigos -e incluso yo- es el ahorro en la cuenta de fin de mes). Como señalé, las respuestas de las personas se orientaban a temas como uso eficiente de electricidad, ahorro de agua y uso de paneles solares, por nombrar algunas iniciativas. Pero lo medular de esto no son sólo las medidas específicas que me sugirieron para hacer más eficiente una edificación; lo realmente primordial, estimo, es la mayor o menor amplitud de la mirada que se tiene sobre la edificación sustentable. Es decir, la mayoría de nosotros fijamos la atención en la operación diaria del edificio para determinar aspectos de eficiencia energética, pero muy pocos miran lo que pasa durante el ciclo de vida completo de la edificación, y que comprende desde la energía utilizada para la extracción de insumos y materias primas para la construcción del inmueble, hasta su posterior demolición y eventual reciclaje de materiales una vez que ha cumplido su vida útil.

Para explicarme mejor, voy a hacer referencia a un par de cifras. En la Tabla 1 se muestra la cantidad de energía contenida por kilógramo de algunos materiales de construcción, considerando toda su vida útil (las cantidades pueden variar según la metodología de cálculo) Como se aprecia, los consumos por cada kilo de material no son despreciables.

Tabla 1 (haz clic en la imagen): Consumo energético por unidad de masa (MJ/kg) para diferentes materiales de construcción.
 
Ahora bien, haciendo un ejercicio muy simple, si se consideran las cifras anteriores y se multiplican por las cantidad de cada material utilizado en la construcción de casas y edificios, se obtendrá una primera aproximación sobre la energía total utilizada en su construcción. Y créeme, no es menor.

Así, podría haber edificaciones que durante su utilización diaria no consuman mucha energía. Pero, ¿qué ocurre con la energía contenida en los materiales utilizados para su construcción, los que debieron extraerse y transportarse hasta el lugar de construcción? Tal vez la energía contenida en los materiales utilizados supere con creces los ahorros generados por la operación del edificio, lo que en un balance energético daría números rojos. De ser así, la idea de "edificación sustentable" basada exclusivamente en el uso del inmueble no sería muy "sustentable" que digamos.

 ¿Y adónde quiero llegar con todo esto? A que, en mi humilde opinión, un programa de etiquetado del consumo energético de edificaciones debe considerar el ciclo de vida completo de éstas, desde la extracción de materiales (incluyendo su transporte) hasta la demolición, e incorporando obviamente su operación, sin que sea este último factor el único que preondere para la creación de este estándar de etiquetado.

Pero para que ello sea posible, es necesario que el Estado sea capaz de establecer una legislación que no solo tipifique y evalúe adecuadamente a cada edificación según su eficiencia energética. Se debe ir más allá. Y para eso es clave que la ley contemple mecanismos que faciliten la entrega de información por parte de las inmobiliarias, constructoras y empresas dedicadas a la extracción y movimiento de materiales en relación con la energía que utilizan para sus operaciones. Ello no sólo permitiría contar con un programa de etiquetado que considere una mirada integral a la edificación, sino que también será un aliciente a las empresas del rubro para mejorar sus procesos en cuanto al uso de energía se refiere, y mejorar la competencia entre ellas, con los beneficios que ello tiene para los usuarios y especialmente para el país, más aun si se considera la posible reducción de nuestras emisiones y el posicionamiento que logremos en el concierto internacional en esta materia.

Es decir, esta podría convertirse en una GRAN oportunidad para Chile.


PS: Te dejo un artículo de interés, por si quieres profundizar más en el tema. Realmente te soprenderás con algunas cifras. Léelo aquí.

sábado, 17 de marzo de 2012

Una primera mirada sobre la Estrategia Nacional de Energía


Hace un par de semanas, el Presidente Piñera mostró al país la "Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030", un documento elaborado por el Ministerio del ramo en donde se destacan diversos aspectos que definirían, en teoría, la hoja de ruta que el país seguirá durante los próximos años para contar con una matriz energética "limpia, segura y económica", según lo señalado ahí. Al leerlo, eché de menos algunas cosas que, estimo, son vitales para una adecuada planificación energética nacional. Comparto con Uds. solo tres elementos.

En primer lugar, me hubiese gustado que este plan tratase sobre una estrategia energética integral para el país, y no que abordase solo lo relacionado con el desarrollo del mercado eléctrico. Para explicarme mejor, pongo un ejemplo: en los hogares del sur de Chile se hace un intenso uso de leña para cocinar y para calefacción. Lo anterior no sólo se debe a sus más que aceptables propiedades caloríficas para dichos fines, sino que también a su disponibilidad y acceso a precios razonables, incluso para las familias más pobres. De esta forma, la leña ha llegando a convertirse en una variable de gran importancia para las economías domésticas en el sur del país, pasando a formar parte del presupuesto familiar. Sin embargo, y pese a su relevancia, este tipo de energético no fue considerado en la citada Estrategia (sólo como dato, el año 2010 el sector residencial del país consumió el equivalente a 29.801 kcal de biomasa/leña, versus el equivalente a 8.048 kcal de electricidad... ¡más del triple!). Como señalé en una entrada anterior, la adecuada planificación energética impacta directamente en la forma en que un país se mueve hacia el desarrollo.

Lanzamiento de la tan esperada
"Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030".
Lo segundo que extrañé en el documento guarda relación con las metas reales que debieran estar presentes en todo plan, cualquiera que éste sea. Si mal no recuerdo, lo único que vi como desafío concreto es el logro de un 12% de reducción de la demanda energética al año 2020 (aunque el plan es al año 2030) Y me surgieron preguntas como "¿de dónde habrá salido ese 12%?", "¿por qué no 15%, o 20%... o 10%?", y tal vez la más importante: "¿cómo se repartirán los esfuerzos entre los diferentes consumidores de energía para conseguir esa meta?" (porque digámoslo: no causa el mismo impacto en el consumo nacional de energía la disminución que logre alcanzar un hogar cualquiera, versus el impacto en la reducción de la intensidad energética en la gran minería, por citar un caso) Pero el tema es más general que lo relacionado sólo con la disminución del consumo: no pude encontrar plazos concretos para el logro del conjunto de medidas que se proponen, ni magnitudes de ningún tipo que permitan dilucidar cuán ambicioso es el plan. El solo hecho de haber incorporado fechas límite para cada acción habría sido bastante orientador, ya que serán varios gobiernos y actores los que deberán proseguir con la Estrategia, y cada uno deberá aportar con algo para su logro.


 Por último, y muy relacionado con lo anterior, es lo concerniente a cuál será el compromiso medioambiental del país en cuanto a la fijación de cuotas futuras para la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), aspecto fundamental en cualquier estrategia energética nacional. Son varios los países desarrollados que en su política energética han asumido compromisos tendientes a reducir sus emisiones de GEI, fijando metas concretas para los próximos años. Tal es el caso de Europa, que con su "Estrategia 20-20-20" pretende reducir en un 20% sus emisiones hacia el año 2020, denotando un compromiso medioambiental claro e inequívoco, y sobre el cual se implementan nuevas políticas para ese logro. Una de ellas podría ser la incorporación de impuestos ambientales a productos que ese continente importe, en una magnitud directamente proporcional a su huella de CO2. Y si ese fuera el caso, ¿qué pasaría con Chile y su actual economía basada principalmente en la exportación de materias primas? Pues bien, es difícil de dilucidar el impacto que eso tendría sobre nuestras exportaciones, pero podemos hacer una aproximación con el siguiente dato: en el período 1998 - 2008 las emisiones per cápita de todos los países de la OECD disminuyeron en 4,4%, mientras que para Chile, durante el mismo período, aumentaron en un 9,9% (y la tendencia sigue siendo al alza). Sin duda alguna, la competitividad del país y su desarrollo se podrían ver muy afectados por esta política europea... y eso requiere acciones concretas de nuestra parte, las que podrían partir, por ejemplo, con una meta para las emisiones de CO2.

Son muchos más los tópicos que podrían abordarse sobre el documento y su intención, pero el espacio es limitado. Solo quiero terminar este posteo señalando que la planificación energética integral de largo plazo es necesaria hoy mas que nunca, sobre todo para Latinoamérica y el Caribe. El hecho de fijar una carta de navegación, como es la "Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030" es un avance significativo para Chile, y da luces de dónde se enfocarán los esfuerzos para su consecución, pese a que, en mi humilde opinión, aun quedan muchísimos cabos sueltos en la materia y todos de gran relevancia para el país.

miércoles, 14 de marzo de 2012

La importancia de la Estrategia Energética para el desarrollo de los países

"Chile necesita energía" es una declaración que hemos escuchado hasta el cansancio, desde diversos sectores y por variados personajes, cada uno con sus matices, claro está. Sin embargo, yo declaro que "Chile necesita una política energética y un plan estratégico para materializarla". Claro, puede sonar obvio y repetido. Pero no lo es tanto. Y déjenme decirles por qué.


Cuando un país planifica -seria y adecuadamente- su futuro energético, no sólo es capaz de superar problemas como el desabastecimiento o la inestabilidad en sus sistemas de transmisión (tan conocidos por Chile), sino que también puede influir de forma directa, consciente y positiva en su desarrollo y, por ende, en la calidad de vida de sus habitantes.

Torres de enfriamiento en una central nuclear
Un claro ejemplo de lo anterior es Corea del Sur, que en los años 70' inició un proceso de planificación energética de largo plazo, lo que permitió, junto a otros factores, pasar de un PIB per cápita de US$403 el año 1973, a la impresionante cifra de US$20.757 el año 2010. Para efectos de comparación, en Chile el mismo indicador tenía un valor de US$1.623 el año 73 (4 veces superior al del gigante asiático), pero el año 2010 nuestro país sólo alcanzó $12.431 per cápita. Como se puede apreciar, la diferencia entre ambas naciones es sustancial.

En su planificación energética, asistida por la Agencia Internacional de Energía Atómica, la principal decisión Coreana fue abrazar la energía nucleoeléctrica como opción para fomentar la producción de bienes de consumo durable. No es de extrañar, por tanto, que hoy ese país sea uno de los principales fabricantes de tecnología a nivel mundial. Televisores, automóviles y computadores, entre otros bienes de uso cotidiano -y necesarios- para muchos de nosotros, conforman el catálogo de productos que ese país ofrece al mundo.

Ahora bien, más allá de que Ud. o yo estemos de acuerdo o en desacuerdo con la utilización de la energía nuclear para el desarrollo de un país, es innegable reconocer que la decisión coreana tiene su mérito precisamente por eso: por ser una decisión nacional. Clara, rotunda y sin vacilaciones; con base en rigurosos estudios y procesos de análisis; con metas claras e inequívocas y, lo que es más importante, en concordancia con su estrategia nacional de desarrollo. Esa es la clave de su éxito.

Cartel informativo en la vía pública de Seúl sobre
el funcionamiento de una planta nuclear tipo PWR en Corea
Lo anterior es un claro ejemplo de lo que, pienso, debiéramos realizar en Chile: visualizar un escenario deseado de desarrollo y de evolución de los sectores industriales que conforman la economía del país, antes de abocarnos a la planificación energética propiamente tal. Bajo esa lógica, sería un error descartar de plano la adopción de ciertas opciones energéticas sin realizar un mayor análisis de lo que el país requiere, como ocurrió con el bloqueo a la posibilidad de implementar la energía nuclear en Chile en la "Estrategia Nacional de Energía" promulgada hace pocas semanas por el Presidente Piñera.

Créame que, si me dan a elegir, prefiero las ERNC a la energía nucleoeléctrica (por los riesgos que ésta conlleva). Pero también creo que debemos generar el espacio para discutir esta alternativa seriamente, dejando de lado las pasiones y prejuicios.

Negarse a lo anterior es como votar en contra de la "Idea de Legislar" sobre alguna materia en el Congreso, Y créame: así no avanzamos.