Hace un par de semanas, el Presidente Piñera mostró al país la "Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030", un documento elaborado por el Ministerio del ramo en donde se destacan diversos aspectos que definirían, en teoría, la hoja de ruta que el país seguirá durante los próximos años para contar con una matriz energética "limpia, segura y económica", según lo señalado ahí. Al leerlo, eché de menos algunas cosas que, estimo, son vitales para una adecuada planificación energética nacional. Comparto con Uds. solo tres elementos.
En primer lugar, me hubiese gustado que este plan tratase sobre una estrategia energética integral para el país, y no que abordase solo lo relacionado con el desarrollo del mercado eléctrico. Para explicarme mejor, pongo un ejemplo: en los hogares del sur de Chile se hace un intenso uso de leña para cocinar y para calefacción. Lo anterior no sólo se debe a sus más que aceptables propiedades caloríficas para dichos fines, sino que también a su disponibilidad y acceso a precios razonables, incluso para las familias más pobres. De esta forma, la leña ha llegando a convertirse en una variable de gran importancia para las economías domésticas en el sur del país, pasando a formar parte del presupuesto familiar. Sin embargo, y pese a su relevancia, este tipo de energético no fue considerado en la citada Estrategia (sólo como dato, el año 2010 el sector residencial del país consumió el equivalente a 29.801 kcal de biomasa/leña, versus el equivalente a 8.048 kcal de electricidad... ¡más del triple!). Como señalé en una entrada anterior, la adecuada planificación energética impacta directamente en la forma en que un país se mueve hacia el desarrollo.
Lanzamiento de la tan esperada "Estrategia Nacional de Energía 2012 - 2030". |
Por último, y muy relacionado con lo anterior, es lo concerniente a cuál será el compromiso medioambiental del país en cuanto a la fijación de cuotas futuras para la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), aspecto fundamental en cualquier estrategia energética nacional. Son varios los países desarrollados que en su política energética han asumido compromisos tendientes a reducir sus emisiones de GEI, fijando metas concretas para los próximos años. Tal es el caso de Europa, que con su "Estrategia 20-20-20" pretende reducir en un 20% sus emisiones hacia el año 2020, denotando un compromiso medioambiental claro e inequívoco, y sobre el cual se implementan nuevas políticas para ese logro. Una de ellas podría ser la incorporación de impuestos ambientales a productos que ese continente importe, en una magnitud directamente proporcional a su huella de CO2. Y si ese fuera el caso, ¿qué pasaría con Chile y su actual economía basada principalmente en la exportación de materias primas? Pues bien, es difícil de dilucidar el impacto que eso tendría sobre nuestras exportaciones, pero podemos hacer una aproximación con el siguiente dato: en el período 1998 - 2008 las emisiones per cápita de todos los países de la OECD disminuyeron en 4,4%, mientras que para Chile, durante el mismo período, aumentaron en un 9,9% (y la tendencia sigue siendo al alza). Sin duda alguna, la competitividad del país y su desarrollo se podrían ver muy afectados por esta política europea... y eso requiere acciones concretas de nuestra parte, las que podrían partir, por ejemplo, con una meta para las emisiones de CO2.
Son muchos más los tópicos que podrían abordarse sobre el documento y su intención,
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